La rodilla es una articulación compleja y muy expuesta a sobrecargas y lesiones. Dentro de ella, los meniscos cumplen una función clave en la estabilidad y amortiguación. Sin embargo, no siempre se les presta atención hasta que aparece el dolor. Ya sea por un mal gesto, una degeneración progresiva o un sobreesfuerzo, los problemas meniscales son una causa frecuente de molestias. En este post le contamos qué son los meniscos, cómo saber si están dañados, qué síntomas pueden provocar y qué opciones de tratamiento existen según el caso.
Los meniscos son dos estructuras de cartílago con forma de “C” que tenemos en cada rodilla: uno en la parte interna (medial) y otro en la externa (lateral). Están situados entre el fémur y la tibia, funcionando como una especie de almohadilla protectora que se adapta al movimiento de la articulación.
Su función principal es amortiguar los impactos que recibe la rodilla en el día a día, ya sea al caminar, correr o saltar. También ayudan a repartir el peso de manera uniforme y a mejorar la estabilidad de la articulación. Además, contribuyen a mantener la rodilla bien lubricada y protegen el cartílago que recubre los huesos.
Cuando un menisco se lesiona o está desgastado, pueden aparecer molestias, hinchazón o sensación de bloqueo. Cuidarlos es esencial para prevenir problemas mayores y mantener una buena salud articular.
Pádel, tenis y futbol
El mecanismo lesional del menisco suele implicar un giro brusco de la rodilla mientras el pie está apoyado, algo muy habitual en deportes como fútbol, pádel o esquí. También puede producirse por una flexión forzada o profunda, especialmente si hay carga de peso.
En personas mayores o menos activas, las lesiones meniscales suelen ser de origen degenerativo, es decir, el tejido pierde calidad con el paso del tiempo y puede dañarse incluso con movimientos cotidianos, como agacharse o levantarse de una silla.
Las roturas pueden variar en forma y localización, pero lo importante es entender que no siempre hay un único gesto responsable. A veces, la lesión es consecuencia de una suma de microtraumatismos y sobrecargas que el menisco no ha podido soportar. De ahí la importancia de valorar el contexto, el tipo de actividad y los hábitos del paciente.
Síntomas de la lesion
No todas las lesiones meniscales se presentan igual, pero hay algunos síntomas que suelen repetirse con frecuencia. El más habitual es el dolor en la cara interna o externa de la rodilla, dependiendo de cuál sea el menisco afectado. Este dolor puede aparecer al caminar, al flexionar la rodilla o al estar mucho tiempo de pie.
Otro signo característico es la sensación de bloqueo o chasquido durante el movimiento. Algunos pacientes notan que la rodilla «no va fluida» o que les cuesta estirarla completamente. También puede haber hinchazón o líquido articular en exceso, sobre todo si la lesión se ha producido recientemente o tras una actividad intensa.
En lesiones más avanzadas o si no se tratan a tiempo, es común experimentar pérdida de estabilidad o debilidad al cargar peso sobre la pierna afectada. Detectar estos síntomas a tiempo ayuda a evitar que el problema se agrave.
Diagnóstico
El primer paso es la anamnesis, las pruebas radiológicas y la opinión cualificada del traumatólogo, que con todos los datos anteriores podrá dar un diagnóstico que servirá para proceder al tratamiento adecuado.
Tratamiento con fisioterapia
El abordaje fisioterapéutico dependerá del momento en el que se encuentre la lesión y de si ha sido tratada de forma conservadora o quirúrgica.
- Tratamiento en fase aguda: En los primeros días, el objetivo principal es reducir el dolor y la inflamación. Para ello se emplean herramientas como:
- Terapia manual para aliviar la tensión muscular y mejorar la movilidad articular.
- Como la Diatermia, Super-inductiva o neuromodulación, que favorecen la recuperación del tejido y aceleran el proceso inflamatorio.
- En casos específicos, técnicas como EPTE (Electrólisis Percutánea Terapéutica) pueden estar indicadas para estimular la regeneración tisular.
- Trabajo funcional y readaptación
Cuando los síntomas están controlados, se inicia un plan progresivo que incluye:
- Ejercicios de movilidad.
- Trabajo de fuerza y control motor, con especial énfasis en la musculatura del cuádriceps, glúteos y estabilizadores de rodilla.
- Progresión gradual a actividades de la vida diaria o deportivas, ajustadas a cada paciente.
Fisioterapia postquirúrgica
En caso de intervención (meniscectomía parcial o sutura meniscal), la fisioterapia sigue un plan similar, pero adaptado a la evolución y tipo de cirugía. El objetivo será recuperar la función, evitar adherencias, prevenir recaídas y facilitar un retorno seguro a la actividad.
En caso de necesitar una evaluación para su dolor de rodilla, en nuestro Centro de fisioterapia y osteopatía Benalmádena le podemos ayudar, no dude en llamarnos.


